La tarde se muere
en tus ojos.
El arroyo se aquieta
en tu voz.
Herida estás
de silencios y ausencias,
en las que el río
no supo de ti,
de tu cabello
estallado en sombras,
en otras noches
en otros cuerpos.
Provengo de una isla pequeña y casi deshabitada, que poco figura en los registros cartográficos.
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